sábado, 9 de febrero de 2008

Historia del llanto, de Alan Pauls.


Historia del llanto. Alan Pauls.
Anagrama. 2007.
127 págs.


Partamos de que la novela la cuenta un adulto en la piel de un niño, que éste crece o va creciendo y que sin embargo, la narración se adapta al punto de vista de cada instante y no del adulto que recuerda, con lo cual lo contado a veces es fragmentario, inconexo y mezcla lo irrelevante con lo trascendente. Partamos de ahí para no ser excesivamente duros con lo que leemos.


Un niño hipersensible, que atrae como un imán a los adultos que lloran en su oído, con una extraña capacidad para escuchar contraria al espíritu más hablador de la naturaleza infantil, cuenta su historia, la historia de su infancia, de su adolescencia, de su familia, de unos personajes que sólo por ser vistos desde la infancia pueden perdonárseles su inverosimilitud.

La narración, como digo fragmentaria, jalonada por episodios de distinta intesidad, interesantes unos: Superman, el padre, la madre; extraños otros: el oligarca torturado; otros aburridos: el militar que no es, el cantautor protesta, un amigo de su padre con bigote... Y no es que aburra por la mera irrelevancia de cuanto hacen o dicen, sino porque, sobre todo este último, el bigotudo amigo del padre, se muestran de manera confusa.

Pauls utiliza la oración subordinada, pero no es el único, si lo fuera sería un estílo personalísimo, pero al no serlo es un estilo que se pude comparar, y en la comparación, a mi entender y, sobre todo, a mi gusto, sale prediendo, tendiendo a la fraseología, siendo confuso no por lo complejo de sus estructuras sino por sus saltos de tiempo y de sujeto y hasta por su torpeza en la ortografía. Claro está que cuando la torpeza ortográfica se da en un autor del que se supone escribe bien y tenemos la certeza absoluta de que domina no ya el lenguaje, que ésto queda claro, sino la Lengua, se puede tomar y se tomará como una agudeza o cuando menos como un rasgo de estilo. Pero cuando lo que se cuenta, es decir, cuando el trasfondo de la historia nos está aburriendo y no nos está llevando a ningún punto culminante, cuando el climax narrativo se alcanza en las primeras seis o siete páginas bajando después en picado hasta remontar en las tres últimas, cuando ni tan siquiera nos está provocando una reacción de júbilo, o de rabia, o de asco, o de lo que sea, bien al contrario, cierta impaciencia y hasta rechazo, ese presumible rasgo de estilo que podría ser, y pongo por caso una oración interrogativa sin signo de puntuación final que se pierde en la confusión de una subordinada interrogativa con ambos signos de puntiación, inicial y final -ésta sí que sí-, se me antoja presuntuoso y cargante.

Y esto, lleva a algo que inconscientemente nos ocurre a todos alguna vez al leer, y es que, en ocasiones, cuando lo normal sería regresar una página atrás y volver a releer, sintamos dentro de nosotros esa imperiosa necesidad de seguir adelante, porque da lo mismo no haber encontrado el sentido redondo de un párrafo complejo, lleno de disgregaciones, precisamente por lo inútil de encontrarle un sentido, esa redondez de la que hablo, de la frase terminada que en nuestro cerebro no lo está, véte a saber por qué, pero que da igual, porque ya sabemos que no nos aportará nada, que no es ni Proust, ni Bernhard, ni Marías, porque además, Pauls no emociona nada, absolutamente nada.

Y eso que, ahora que lo pienso sí, volví atrás, en concreto regresé atrás 56 páginas, porque no me podía creer que lo que estaba leyendo me resultara tan malo, regresé atrás hasta el principio y releí las primeras 56 páginas y continué hasta la página final, la 127, me pareció que era la 607, entre tanto vi unos videos de Piero en youtube, a ver si entraba en complicidad con el protagonista de la Historia y me resultaba aborrecible el cantautor de marras, que algo de grimilla sí que da, eso sí, pero nada, al contrario, a quien casi aborrecí fue al niño, y a su puto triciclo que toca en las puertas, al bigote postizo y al pulpo de la piscina... al final sólo me gustó lo de Superman.

3 comentarios:

Tomás Rodríguez dijo...

¿Qué pasó con Piglia? Me interesa tu opinión. Saludos.

Suetonio dijo...

Me gustó mucho el libro, pero me entró pereza escribir sobre algo en lo que tendría tan poco que aportar... aunque, de hecho, sí escribí sobre ello pero no me decidí a ponerlo aquí. Uno de esos momentos que uno tiene en que se cuestiona su propia valía para según que cosas, por ejemplo, comentar un libro de Piglia.

Tomás Rodríguez dijo...

Esto mismo que escribes es ya una opinión válida, así que te animo a que lo escribas, en el blog, y lo compartas.
http://tropicodelamancha.blogspot.com

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