sábado, 28 de julio de 2007

Tratado de ateología de Michel Onfray

Tratado de ateología
Michel Onfray
Año 2005 (trad. 2006)
ISBN: 978-84-339-6234-8
256 p.
Anagrama Argumentos.
Traducción Luz Freire

La obra se divide en dos vertientes, una primera sería el ateísmo a lo largo de la Historia, y la segunda, una crítica hacia el monoteísmo encarnada en las tres religiones del Libro. No se trata, por tanto, de un libro de Filosofía donde se expongan las razones para ser ateo, pese al sugerente subtítulo de Física de la metafísica. De modo que no es un libro que intente demostrar la inexistencia, indemostrabilidad o innecesidad de Dios, sino un tratado de ética atea contrapuesta a la ética monoteísta. En realidad se elogia a determinados pensadores que a lo largo de la Historia han ido contracorriente como Cristovao Ferreira o d'Holbach o más por su actitud moral que por su obra o su pensamiento, la cual, también es cierto, se reivindica, así como la de Feuerbach, quien para muchos no pasará nunca de ser un filósofo al que Marx dedica un libro crítico. Por supuesto sigue a Nietzsche y Freud, que son dos pilares fundamentales para la crítica hacia el judeocristianismo, tanto desde el punto de vista moral como patológico.

Creo que la parte del libro que se dedica a criticar las religiones del Libro es mucho más interesante, porque profundiza más que aquella que habla del ateísmo en sí. Lo cierto es que es demoledora: desde el nacimiento del racismo y etnocidio cuando los judíos exterminan por mandato divino a los cananeos o el compendio de atrocidades que contiene el Deuteronomio, hasta las patologías de Pablo de Tarso que hacen del cristianismo una religión contra la vida y contra el cuerpo y en favor de la sumisión y el dolor, pasando por las contradicciones constantes del Corán, libro que contiene 6235 versículos de los cuales 250 justifican y legitiman la jihad, o las simpatías de Hitler hacia la Iglesia Católica y de ésta hacia el nazionalsocialismo, así como la conversión al Islam de muchos nazis tras la guerra. Sobre este hecho hay un dato muy curioso: el Mein Kampf, que está prohibido en muchos países entre ellos Alemania, está disponible en otros, como en el caso de España en una versión bastante purgada y sesgada que se reduce casi a la mitad. ¿La razón?. Se han eliminado, entre otras cosas, todas las referencias al cristianismo que Hitler admiraba y cuando no ha quedado más remedio se han transformado en referencias al paganismo. ¿Les suena?

Onfray nos ofrece pues un ensayo demoledor, que hace reflexionar y sobre todo renueva la curiosidad por leer o releer a ciertos pensadores olvidados por la Historia así como a revisar ciertos pasajes de los textos sagrados como textos históricos y con espíritu crítico. Onfray no es optimista, porque como bien dice, vivimos una época en la que la sociedad sigue envuelta en concepciones del mundo y de la vida judeocristianas o islámicas, y de nada han servido las Luces porque incluso el llamado laicismo está recubierto completamente de judeocristianismo, incluidas cuestiones tan vitales para nuestro futuro como la bioética. Para ello Onfray se postula como un radical que nos invita a alejarnos de esa concepción bipolar cuya alternativa parece solo reflejada en el neonihilismo.

Una de las críticas que más a menudo ha recibido Onfray por esta obra es que, en lo referente al llamado conficto de civilizaciones, no valora los aspectos económicos y de mercado por una parte, como hace un sector de la izquierda, ni los aspectos culturales, como hace la derecha en conjunto y buena parte de la izquierda divina sobre todo francesa que se ha ido escorando hacia no se sabe qué últimamente. En este sentido yo estoy con Onfray, que por otra parte tampoco se alegaría de Enzensberger cuando éste venía a decirnos en El perdedor radical que esencialmente es falso que la pobreza sea causa del integrismo, y que si ya hablamos de sistemas económicos, el islam político es esencialmente neoliberal y no ofrece ni una sola alternativa a los sistemas económicos occidentales. Quizá decir que el conflicto entre el judeocristiano Bush y el musulmán Ben Laden es solamente un conflicto religioso sería demasiado simplista, pero tampoco es eso lo que nos dice Onfray, aunque le de una importancia capital. Desde luego, como Onfray, creo que aún de no ser la causa si es el origen, cosas diferentes y que se llegan a confundir para algunos. Y no es un sofisma decir que si Ben Laden y Bush fueran ateos no habría guerra, o la habría por otras razones -lo cual es como decir que esa es una de ellas-, como tampoco que si sólo uno de los dos lo fuera quizá también la habría...

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